Nos manifestamos por mundos despatriarcales y desjerarquizantes

Ante la publicación de la entrevista a la Weychafe, compañera e intelectual Moira Millán, en el diario El Salto, así como del capítulo intitulado “The walls spoke when no one else would: Autoethnographic notes on sexual-power gatekeeping within avant-garde academia” –(Viaene, Laranjeiro y Tom), no solamente no podemos callar sino que debemos señalar que, desde tiempo atrás, hemos venido levantando la voz y acciones concretas personales y colectivas, en nuestros propios espacios académicos, universitarios, activistas, organizacionales y en nuestras colectivas, redes y movimientos para denunciar, combatir las jerarquías de saber/poder intrínsecas a la Academia, así como la violencia de género, el acoso y el abuso sexual. Sin embargo, reconocemos que todo lo que hemos logrado hacer y caminar sigue siendo insuficiente y requiere no parar, redoblar esfuerzos, tejer más y más luchas, sintonizarnos mejor para poder parar/transformar de raíz las actuales guerras y violencias contra las mujeres, la Madre Tierra, les otres, les niñes y los pueblos del mundo.

No podemos olvidar que el patriarcado es la forma más antigua de dominación. La humanidad aprendió a dominar en el cuerpo de la mujer, como bien lo afirman los diversos feminismos de Afro/Abya-Yala/Latinoamérica. El patriarcado es una configuración onto-epistémica que privilegia la jerarquía, la apropiación, la negación de lxs otrxs, el control, el fetichismo de las cosas, la reproducción, la violencia y las guerras. Moldea profundamente las subjetividades y afecta la vida de todes. La Academia ha sido uno de sus pilares más efectivos, pues ha participado activamente en la creación de dicha visión de mundo instrumental, objetivizante, competitiva y jerárquica a través de sus prácticas naturalizadas de saber/poder.

La crisis civilizatoria por la que transita el planeta Tierra es el resultado del cis- heteropatriarcado en su entroncamiento histórico con el capitalismo, los colonialismos, el antropocentrismo y las jerarquizaciones raciales, sexuales y capacitistas. Este es el complejo trasfondo que invocamos al denunciar las múltiples formas de violencia ejercidas sobre las mujeres, las cuales han sido una constante de la historia. Es el mismo trasfondo que ha desatado el Terricidio (Moira Millán), potente cosmopolítica conceptual acuñada por el Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir que se originó en el Puelmapu hace ya una década.

Ante la intensificación de la barbarie cis-heteropatriarcal con la policrisis, reafirmamos nuestra determinación de lo que venimos ya haciendo y no solo diciendo o suscribiendo: seguir luchando encarnada y situadamente para transitar hacia la creación de sociedades verdaderamente pospatriarcales, pluriversales centradas en el cuidado, la cooperación, la libertad y la erradicación de toda forma de jerarquía subordinante –sociedades donde todas, todos y todes, junto con los demás seres vivos, podamos co-existir nosótricamente, en crianza mutua y, como nos dice la ecofeminista venezolana Liliana Buitrago, en el ejercicio amoroso de la interdependencia (chat del Pacto Ecosocial del Sur). Nuestro compromiso con este proyecto colectivo en construcción ha sido -y es-, desde nuestro quehacer diario. Pero sabemos que aún se requiere de la creación sostenida de sociedades y academias (así, con “a” minúscula y en plural) muy diferentes a las actuales.

La Academia: un campo de disputa 

La Academia (con A mayúscula y en singular) es para nosotras(os) un campo de disputa y estamos ahí, sin duda, posicionadas(os) todos y todas las que osamos entrar en él, dialogar con él, retarlo, habitarlo y/o co-construirlo. Muchas(os) de nosotras(os) hemos ocupado ese espacio por decisión y convicción y sabemos minuto a minuto a qué nos enfrentamos. Por eso es que el manifiesto “Todas sabemos“ nos resuena e interpela cuando afirma que el extractivismo epistémico es estructural y no solo un evento aislado en la Academia. Cuando afirma que la Academia es jerárquica y jerarquizante y que promueve la acumulación de poder de quienes están en la cúspide. Muchos de ellos, en tiempos recientes, han sido acusados de abuso y acoso moral o sexual. En este contexto, las mujeres que denuncian son cuestionadas, mientras que el denunciado se presenta entonces como “víctima”.

Vale agregar que, por lo general, los sistemas para reportar el acoso sexual y moral, así como el extractivismo epistémico, lejos de abordar y reparar el daño resultan, muchas veces, en meras declaraciones que dan la impresión de que algo se hará, pero en el fondo “sirven de movimientos performativos que validan el no hacer realmente nada” (e.g., Sara Ahmed). De igual manera hay que tener en cuenta que tanto la forma que toma el acoso como las respuestas institucionales suelen ser diferenciadas, especialmente cuando se trata de académicas, activistas e intelectuales de grupos subalternizados y racializados. ¿A quién le importan? (Yu Derkys) ¿Quién está dispuesto a escuchar esas denuncias? ¿Cuántas mujeres racializadas y subalternizadas no están cansadas de hablar y hablar y de que nadie las escuche? ¿Quién está dispuesto a hacerse tiempo para escuchar e interlocutar en medio del no-tiempo-violento-y-sistémico en el que vivimos?

La Academia no deja de ser un reflejo de la sociedad sembrada por opresiones y rebeliones, con la diferencia de una autonomía reconocida para proteger el pensamiento crítico. Este en muchas ocasiones es instrumentalizado para proteger a quienes ocupan lugares de poder. Los abusos sexuales, tal y como sucede en el resto de la sociedad, son la parte visible de un sinfín de prácticas cis- heteropatriarcales y machistas que van desde la complicidad entre académicos(as) a la hora de publicar y el recircular citaciones hasta los abusos y acosos sexuales que se han denunciado y se denuncian constantemente.

Mujeres indígenas y Academia

En noviembre del 2018 en Buenos Aires, en una cena informal de intercambio de nuestras vidas y luchas, la compañera Moira Millán nos compartió a varias(os) de nosotras(os) lo que ahora se publicó en el periódico El Salto. A la distancia uno podría preguntar: ¿por qué Moira lo compartía solo en el espacio privado? ¿Por qué no había hecho la denuncia legal correspondiente? En su entrevista, Moira menciona sus razones. Haciéndonos una severa autocrítica, podríamos preguntarnos: ¿por qué nosotras(os) -sus escuchas- no actuamos contundentemente y, en ese mismo momento, la instamos y acompañamos a emprender la denuncia correspondiente ante las instituciones académicas a las que pertenecía el denunciado o con las que colaboraba en un claro rol de liderazgo intelectual transnacional? ¿Qué sí hicimos?: 1) Acuerpar a Moira y al movimiento del que ella es parte, en los espacios académicos a los que las habíamos invitado. 2) Articular incansablemente -varias de nosotras(os)- con ella y el movimiento, así como con otras compañeras y movimientos, para buscar mejores maneras de enfrentar violencias y despojos. 3) Fortalecer el tejido transnacional de alternativas autonómicas de facto y sin permiso.

Vale agregar que al día siguiente de la referida cena arrancaba el panel al que habíamos invitado a Moira Millán y a las compañeras del Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, todo en el marco del “Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico” y de la 8va Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO. Ahí tuvimos la oportunidad de hacer con Moira, nuestras otras invitadas y el público asistente, un primer acto político-académico para exigir un lugar digno para llevar a cabo nuestro panel. Entonces procedimos a una toma colectiva del espacio frente a uno de los auditorios grandes. La gota que derramó el vaso fue el imposible acomodo de la silla de ruedas donde trasladaban a la colega feminista Mercedes Olivera (en paz descanse) quien era nuestra comentarista. La silla de Mercedes ni siquiera podía entrar en el diminuto espacio que había merecido nuestro panel. Luego de la toma, ya en el auditorio grande, continuó la participación de Moira y de todas las mujeres indígenas invitadas por nuestro Grupo de Trabajo “Cuerpos, Territorios, Resistencias” (GT CUTER).

Un auditorio repleto acuerpó con contundencia el panel y la palabra de las invitadas. De alguna manera, el acto de rebeldía que protagonizamos –invitadas, anfitrionas y público–, se tradujo en algo así como: ¡No pasará ni un solo trato no-digno para mujeres racializadas, subalternizadas! Eran tiempos en que la CLACSO aprobaba la entrada de más y más grupos de trabajo donde había lideresas, intelectuales y sabias(os) de territorios comunales. Así que creemos que nuestra “revuelta colectiva” sentó un precedente importante.

Las palabras y el actuar de Moira sintonizaba con el nuestro y nos ayudaron a ratificar el camino -personal y colectivo- que traemos desde décadas, antes de 2016 en que empezamos a ser el Grupo de Trabajo CUTER: habitar las instituciones académicas y universitarias de las que somos parte, las instituciones alternas que vamos construyendo con las mujeres, les otres y los pueblos en resistencia, de manera digna y respetuosa buscando no caer en ventriloquías y extractivismos. Abrir espacios dentro y fuera de la Academia para ir posicionando el tipo de trabajo/vida/lucha que ellas y nosotras(os) practicamos.

Cotidianamente, en los diversos territorios que habitamos (incluido el territorio académico), minuto a minuto, caminamos con nuestra cuerpa y senti-pensamiento acciones concretas para enfrentar las violencias, opresiones y guerras. Esa es la forma en que diferentes miembras(os) del Grupo de Trabajo CUTER abrazamos, acuerpamos y “retejemos la red de la vida” (Lorena Cabnal y la Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario Territorial) de la mano de mujeres indígenas, afrodescendientes, afrodiaspóricas, campesinas, populares, alter- urbanas, así como de diversidades sexuales en diferentes tiempos y geografías.

Las salidas del laberinto: insuficientes y peligrosas

Respetamos y comprendemos los diversos caminos que las denunciantes de abuso y acoso sexual toman en la búsqueda de justicia, de reparación del agravio, así como para lograr la sanación de toda la sociedad. Creemos que al centro de nuestras reflexiones y denuncias sobre el acoso sexual y el extractivismo epistémico, debe estar el cuidado. Es importante tener en cuenta los tiempos de quienes habiendo sido violentadxs comparten en confidencialidad sus experiencias. Respetar los tiempos para sanar es una forma de cuidado. Esto significa no tomarse el derecho de exponer públicamente una experiencia de acoso sexual y extractivismo epistémico sin el consentimiento explícito y el acompañamiento a la persona violentada. Hacerlo re-victimiza y promueve el punitivismo y no la reparación. En pocas palabras, al centro están las víctimas, sus tiempos y necesidades.

En muchos casos, las denunciantes toman la vía legal o jurídica. De hecho, hoy los movimientos de mujeres y de pueblos en resistencia están, simultáneamente, en los tribunales y en las calles movilizándose. Viene entonces una pregunta obligada: ¿de qué justicia hablamos? ¿Cómo alcanzarla? ¿Qué vía –de las múltiples posibles– tomar? ¿Quiénes nos sentimos interpeladas(os) para acompañarlas? Y todo ello sabiendo que, hasta en los países llamados “democráticos”, la justicia impartida por el Estado se compra y en los países no-democráticos las violencias de género en más de un 95% quedan impunes. Dicho esto, no es extraño que afirmemos que no podemos esperar mucho de la justicia cis-heteropatriarcal ofrecida por las instituciones académicas o por el Estado.

Sabemos que el aparato punitivo y la cultura del castigo son parte esencial del andamiaje del Estado y de las sociedades modernas y que, a través de ellas, se perpetúan las sociedades carcelarias articuladas a la extracción y la acumulación, con sistemas de justicia que pretenden mantener “la seguridad y el orden” mientras se ensañan contra las poblaciones empobrecidas, marginalizadas y racializadas.

Como señala un reciente texto sobre anti-punitivismo feminista, ninguna salida está libre de contradicciones y complejidades. Más aún, somos conscientes de la importancia de reconocer que “el debate sobre anti-punitivismo no puede caer en la fácil tentación de acomodarse en lo teórico” (Laia Serra). Esta es la tentación institucional y academicista. Para el anti-punitivismo feminista hay que adentrarse en la “tormenta política de la puesta en práctica” de las justicias, si bien el horizonte teórico-político pueda/deba ser la autogestión feminista de las violencias y la visión abolicionista de la sociedad y la justicia. Como bien dice la autora: “la autogestión colectiva de las violencias al margen del Estado [del aparato de la ley y del aparato punitivo que lo subyace] es una alternativa que aún está en construcción” y, agregamos nosotras(os), presenta otros riesgos y retos.

Somos testigas(os) de la digna rabia que expresa Moira en su denuncia y con ella, muchas mujeres que no han recibido la atención necesaria y que siguen padeciendo la violencia del sistema cis-heteropatriarcal, académico y del despojo en diferentes territorios. Como trabajadoras(es) de las Ciencias Sociales miembros del GT CUTER resistimos con y entre pueblos –mujeres, hombres, niñes, jóvenes y comunidades enraizadas con la tierra–. Las denuncias que vamos acompañando o acuerpando en procesos, trayectos de investigaciones colaborativas, investigaciones desde las acciones colectivas nos permiten afirmar que el subconsciente cis-heteropatriarcal también se reproduce en muchas colectivas, organizaciones y movimientos alter-nativos. Quebrar a las mujeres, por vía sexual, hace parte del despojo y del dominio imperialista-capitalista-homocéntrico que pretende aniquilar la dignidad personal y las subjetividades colectivas y comunales.

Nos convocamos y les convocamos a seguir creando lugares concretos de desjerarquización del poder y lugares de sanación frente a la impunidad institucionalizada y estatalizada. Como trabajadoras(es) de las Ciencias Sociales en intersección con artistas, activistas y feministas territoriales y comunales, seguiremos desenmascarando y combatiendo, personal y colectivamente, cualquier forma de humillación, exterminio y cooptación de mujeres en los territorios y, persistiremos en seguir sanando del sistema cis-heteropatriarcal en los diferentes lugares donde estemos, del género que seamos, de los territorios que habitamos y de las historias que escribimos y caminamos.

Los movimientos de víctimas de violaciones de derechos humanos enfatizan cuatro criterios que nos parecen eminentemente aplicables a los casos de acoso y abuso sexual: el derecho a la verdad, a la reparación, a la no repetición y a la justicia. En ese sentido instamos a las diversas instituciones académicas (nacionales, latinoamericanas, caribeñas y transnacionales) involucradas –de una u otra forma– en casos de abuso y acoso sexual y de extractivismo epistémico a revisar sus protocolos y comités de ética y de violencia epistémica y de género. Es, sin duda, importante declarar “tolerancia cero y rechazo al acoso sexual” (CLACSO) pero creemos que es insuficiente.

Creemos que en todos los espacios donde nos movemos y desempeñamos como trabajadoras(es) de las Ciencias Sociales, activistas y feministas debemos seguir trabajando en colectivo y de la mano de las autoridades institucionales en la implementación de protocolos, comités y políticas internas (explícitamente accesibles) para promover los mecanismos adecuados y expeditos para prevenir, denunciar, debatir, actuar frente a actos de abuso y acoso sexual y de violencia de género y epistémica. Cada institución académica nacional por lo general tiene comisiones y códigos ad hoc, las coordinadoras académicas supranacionales lo deben de tener, revisar y actualizar permanentemente. Y si no lo tienen, crearlo. No es suficiente –por lo que ya argumentamos arriba– dejar que hagan el trabajo las “comisiones independientes”. Repetimos es insuficiente, e incluso peligroso, por las razones ya argumentadas.

Nos deja sin aliento y nos indigna la respuesta de Boaventura de Sousa Santos reducida a “venganza” ante las ex estudiantes denunciantes vía la auto-etnografía. “La propia teoría social feminista nos señala que no existe lugar alguno, no existe sujeto alguno intocado por las relaciones de dominación y sus intersecciones. Para emanciparnos de ellas, para hacerlas retroceder, tenemos que mirarlas de frente, reconocerlas en nosotras mismas, no tratar de ocultar en qué partes de nosotras habitan… Es sacándoles a la luz, debatiéndolas, que nace la posibilidad de cambio” (Lang y Segato).

También sabemos que requerimos de comunidades académicas y societales dispuestas a debatir a fondo, a aprender permanentemente, a ampliar nuestra imaginación y (re)crear colectiva y permanentemente procesos emancipatorios – praxis libertadoras– frente a las omisiones, indiferencias y cualquier expresión de revictimización de las agraviadas y de las diversas comunidades afectadas. Creemos que lo que también está en juego es la construcción colectiva de sociedades justas, relacionales y sanadoras; mundos otros posibles aquí y ahora, como dicen y hacen las, los, loas zapatistas.

Firmas

Xochitl Leyva Solano (Chiapas, México) Arturo Escobar (Colombia/EE.UU.) Rosalba Icaza (Países Bajos/México) Patricia Botero (Colombia)

Valentín Val (Chiapas, México/Argentina) Jorge Alonso (Guadalajara, México) Fermín Ledesma (Chiapas, México) Maydi Estrada Bayona (GT CUTER) Aline De Moura (Brasil)

Lola Cubells Aguilar (País Valenciano, España) Alain Basail Rodríguez (Chiapas, México/Cuba) Axel Köhler (Chiapas, México/Alemania) Alberto C. Velázquez Solís (Yucatán, México) Leandro Bonecini de Almeida (Brasil)

Carmen Ventura (México)
Jesús González Pazos (Euskal Herria - País Vasco) Luiza Dias Flores (Amazonas, Brasil)
Huáscar Salazar Lohaman (Cochabamba, Bolivia)
Rosa Claudia Lora Krstulovic (Ciudad de México, México) Wendy Harcourt (Países Bajos)

 

Publicado el 28 de abril de 2023 en El rumor de las multitudes, accesible.

par várias
Mukanda | 28 avril 2023 | manifesto